Conseguir tener confianza en uno mismo y su cuerpo es, en muchas ocasiones, una tarea complicada. La sociedad está acostumbrada a resaltar los defectos y a imponernos un estereotipo físico que no es el adecuado al entorno nacional o internacional.
No nos parecemos a las modelos de revistas, muchas veces las mismas modelos son diferentes en la realidad. Una portada o un afiche en la carretera lo cambia todo y, lamentablemente o por suerte, nuestros ojos no operan con Photoshop. Vivimos bajo la mirada crítica de nuestros pares y, aún peor, la nuestra.
Somos nuestros peores enemigos a la hora de demostrar confianza. Siempre tenemos en mente ese grano que no pudimos esconder, o la máscara de pestañas que se arruinó con el pasar del tiempo. Nos vemos gordos, aunque estemos en el peso ideal y si miramos hacia el lado siempre hay alguien mejor vestido. Todo esto se demuestra mediante nuestro lenguaje corporal, el que la mayoría del tiempo no manejamos por encontrarnos preocupados de otras cosas.
Si tan sólo nos paráramos más derecho y camináramos con pasos más largos, al menos podríamos esconder ese descontento que tenemos con nuestra persona. No puedes ocultar tu anatomía, pero si miras al frente con determinación, conversas clavando la mirada en los ojos de tu interlocutor y quitas las manos de tus bolsillos, de inmediato el entorno notará que vienes con una actitud vencedora.
Pero recuerda que no se trata de aparentar. No puedes salir a la calle con esa facha de ganador y luego encerrarte en tu casa para mirarte en el espejo y enumerar tus defectos. Trabaja contigo internamente, trata de aceptarte tal cual eres y, en lugar de castigarte, fíjate en tus atributos positivos. Esa sonrisa encantadora, ojos brillantes o sentido del humor te sacarán del estado negativo en el que estabas. Es sólo quererte y comenzar a querer al resto.
Por lo demás olvida el photoshop, camina con confianza y determinación, párate derecho y trata de no jugar mucho con las manos. Notarás un cambio y te sentirás seguro sin programas de edición.
