Parejas felices, dichosas con ellos mismos, ensimismados con el eterno amor que se prometen y que de un día para otro deja de visitarlos.
La llama eterna de la pasión muy pocas veces logra sobrellevar a la rutina, la convivencia o las constantes peleas que algunos amantes mantienen. La pregunta reside en el porqué del fin de lo que prometía no caducar.
Según afirma la reconocida terapeuta Louise L. Hay, autora de “Usted puede sanar su vida”, el amor nunca existió. «Si bien al principio lo confundimos con el enamoramiento, más adelante volvemos a equivocarnos, creyendo que el amor es el sentimiento amoroso», afirmó a diario “El País”.
La terapeuta sostiene también que muchas personas yerran en el sentido de querer amar a alguien, sin antes amarse a ellos mismos. Si no logramos ver en el espejo a alguien digno de recibir cariño, tampoco podremos verlo a través de una ventana.
Con la baja autoestima, se tiende a buscar en otro el cariño, aprecio y apoyo que no nos damos nosotros mismos. La frustración que esto implica, la mayoría de las veces es inminente, Hay sostiene que se debe comenzar por el auto-conocimiento, para luego entregar al resto y, a la vez, recibir de él.
No se puede evitar tener una rutina, el ajetreo diario de nuestros empleos puede sofocarnos, pero no así a la relación de pareja. La misma costumbre de levantarse temprano y llegar tarde al hogar es la que entrega nuevos aires a los “enamorados”. Sin ésta los amantes pueden caer en un sofoco de ellos mismos, asumiendo abruptamente que ya no se soportan.
El amor necesita de un espacio compartido, de una rutina que no aburra y de aceptación, tanto propia como hacia la pareja, principalmente propia. Aprender a convivir con una llama que tiende a apagarse cuando hay lluvia es nuestra misión, aunque vale la pena si al llegar del trabajo podemos cobrar las caricias que merece un día de extrañarse.