La fertilización asistida es un procedimiento que se realiza exitosamente en el mundo desde hace más de 40 años, a partir de la década de los ‘80.
Los bebés probeta, concebidos en un ambiente controlado de laboratorio, llevan una vida similar a la de cualquier otro niño, pero tienen características que los hacen increíbles.
Antecedentes
Cuando Luise Brown lloró por primera vez, la historia de la humanidad cambió para siempre. Sus cinco padres también lloraron. ¡No era para menos!
Después de muchos exámenes y sortear prejuicios sociales, sus progenitores biológicos Lesley y John Brown, se entregaron en cuerpo y alma para lograrlo que hasta el 25 de julio de 1978 había sido imposible. Contaron para ello con la paternidad científica de los doctores Robert G. Edwards, Patrick Steptoe y Jean Purdy.
Nueve meses antes, Purdy había implantado en el útero de Lesley un embrión creado en el laboratorio. Se trataba de la primera y exitosa fecundación in vitro (FIV); una tremenda “hazaña” de la medicina, considerada en su momento como el mayor logro del siglo XX (junto a la llegada del hombre a la luna) y que convertiría a Louise Brown en la primera “niña probeta” del planeta.
Desde entonces, más de nueve millones de niños han nacido en el mundo gracias a la fertilización asistida, está disponible con los últimos adelantos científicos.
Los increíbles niños probeta
La doctora Carmen Navarro, médico obstetra, especialista en reproducción, afirma que los bebés que pasan las primeras horas de su vida en un laboratorio, tienen características increíbles.
Afirma que las condiciones de temperatura, oxígeno, CO2, iluminación e incluso música, permiten que los embriones creados en laboratorios, se conviertan en niños con un alto coeficiente intelectual y destrezas motoras por encima del promedio. “Tienen más fuerza, así como la capacidad de hablar más rápido que otros. Son muy sociables, creativos e independientes”.
Estado de salud
Desde el punto de vista de su salud, no se diferencian de otro niño, pues su sistema inmunológico dependerá de la lactancia materna, el control pediátrico y el esquema de vacunación.
Los padres de bebés probeta deben aprovechar que ellos van “muy acelerados” en su desarrollo. “No hay que tenerles un cuidado distinto. Aprenden muchísimo porque las condiciones de laboratorio en la que fueron concebidos, hacen que vengan mejor capacitados para adaptarse a la vida. Sus primeras horas, que son cruciales, transcurren en un ambiente controlado y después completan la gestación dentro de la mamá”, dice la doctora Navarro.
Mejor entre los 22 y los 35 años
Los criterios para elegir la fecundación in vitro o FIV no siempre están relacionados con la mujer o su edad. Si los hombres tienen poca cantidad de espermatozoides o estos presentan alteraciones morfológicas, la fecundación asistida es una opción.
Una paciente de más de 35 años de edad o menos de 42 también es candidata, debido a su poca producción de óvulos; así como aquellas con endometriosis; mujeres con trompas obstruidas o que ya no las tienen; o las que se esterilizaron y después quieren embarazarse nuevamente.
La FIV es más propicia cuando se trata de mujeres por encima de 22 años y por debajo de 35. Sin embargo, se han realizado procedimientos a pacientes de 42 años. “Incluso de 50 y 52 años, la mayoría embarazadas con óvulos donados, y otras que se sometieron a procedimiento de bio estimulación ovárica, que permite rescatar la ovulación después de la menopausia”.
Estadísticas
Mundialmente, la tasa de éxito es de 30% a 35%. “Lastimosamente nos llegan muchas pacientes por encima de los 40 años y es muy difícil que se embaracen con sus propios óvulos. Hemos conseguido elevar esa tasa a 35% e incluso 48%”.
De acuerdo con la doctora Navarro, los riesgos de la FIV dependen básicamente de la experiencia y buena praxis del médico. Uno de ellos es el síndrome de hiper estimulación ovárica, sucediendo apenas en 0.1% de los casos. “Los embarazos múltiples también son una complicación, así como una punción accidental de la arteria ovárica, que puede suceder en manos de médicos no experimentados”.
Proceso para el embarazo in vitro
Gracias a inductores de la ovulación, la mujer ovula más que en condiciones naturales. Luego, a través de la vagina, se extrae el óvulo directamente del ovario y se lleva al laboratorio. Si se trata de una fertilización in vitro, se rodea cada ovulo con unos 350 mil espermatozoides, dejándolo en incubadora.
Si el hombre tiene pocos espermatozoides, entonces el proceso se realiza a través de una inyección intracitoplásmica del espermatozoide en el óvulo.
En un embarazo natural, el embrión tarda en llegar al útero entre 48 y 72 horas.
“Ese proceso lo hacemos simulando las condiciones de la trompa, en un medio que lo va a nutrir. Adicionalmente, descubrimos que, si en las primeras horas de la división embrionaria le colocamos música, luz adecuada y otra serie de factores, los embriones se desarrollan mejor”, afirma la especialista.
Luego de tres a cinco días, el embrión es transferido a la madre. A los 15 días, se hace la prueba de embarazo. Después de las 12 semanas, el embarazo se llevará igual a uno concebido naturalmente.
Recomendaciones
La primera recomendación para la madre es tener mucha tranquilidad. “Si tiene ansiedad, aumenta la secreción de oxitocina, se contrae el útero y al colocar el embrión no va a mantenerse dentro”, advierte la doctora Navarro.
También es importante conectarse con el bebé. “Si la mamá hace una buena conexión espiritual, en positivo, relajada, generalmente su embarazo se da”.
Por supuesto, debe cumplir el tratamiento al pie de la letra. “Hay que recordar que se está forzando al organismo a embarazarse”, concluye la especialista en fertilidad.